La mosca Dermatobia hominis es un parásito cuyas larvas se alimentan del huésped, depauperándolo sin llegar a matarlo hasta su egreso desde el mismo. La llaman mosca de la muerte, aunque generalmente no es ése el desenlace. 

Sebastián Santana desarrolla una serie de imágenes descriptivas de un proceso de mutación zoomórfica, que parte de una ilustración destinada a un libro de medicina y concluye, luego de una secuencia de siete dibujos, en un díptero humanoide tan inquietante como su modelo entomológico. Los hábitos parasitarios de este insecto lo vinculan a los seres vivos, pero también a diversos medios físicos sobre el común denominador de la suciedad, la corrupción y la muerte. La mosca yace sobre Montevideo: una situación que afecta a ambos polos, siendo el insecto un parásito de seres victimizados, afeccionado a lo corrupto, simbolizado por la ciudad. “Inútil decir más. / Nombrar alcanza” (Idea Vilariño).

No se trata de un retorno marcando distancias temporales insalvables, ni siquiera del alejamiento de quien se ve privado de su existencia ad libitum para enfrentarse a la realidad transformada. Es el exilio en su propio entorno: Montevideo. En la década del 40` Albert Camus publica “El extranjero”: un abúlico personaje devenido antihéroe en una ciudad donde no se reconoce, habitante de la ausencia e inmigrante inmóvil como lo será su émulo montevideano. Su espacio le es foráneo: ajeno a sí mismo, a su medio y a la sociedad cuya hipócrita moral no lo comprende. La existencia como un absurdo carente de objetivo lleva al individuo a distanciarse de sí mismo y del mundo con indiferencia. La infancia, patria inefable del hombre según Rilke, tampoco implica raíces para el exiliado de ninguna parte, ahogado en el vacío de la estructura social, despojado de valores y certezas. El agotamiento y la falta de expectativas generan una existencia monocorde en el sujeto montevideano – víctima de dermatobia hominis, en quien el parásito ha encontrado campo fértil para multiplicación – quien asume como destino la incursión periódica del quasi mortal vividor que, aventado o eliminado, volverá indefinidamente a depositar sus larvas inmateriales y absurdas.

En texto que describe el ritornello de su vínculo con la mosca, Santana confirma la orientación de sus obsesiones, cuya expresión se complementa con otros escritos destinados a suscribir imágenes cargadas de significados tan genéricos y escépticos como el que acompaña a esta muestra. Reza un fragmento de otro de sus textos: “El show que montan es la sección de clowns y malabaristas del circo (…). Fuera del espectáculo, los actores tienen un segundo papel, el de inmigrantes culturales, de manera que el espectáculo nunca se termina mientras existan espectadores (con espectadores me refiero a individuos ajenos a la lógica y realidad que plantea el espectáculo)”.

Los conceptos de exilio e inmigración se reiteran aun para el insecto, que a pesar de las condiciones en que finaliza cada encuentro con el huésped, parece volver al lugar donde desea reconocerse, sin lograr el asentimiento de su víctima. Casi podría hablarse de tránsito perpetuo en busca de lo imposible, puesto que, expulsados del mundo, algunos individuos procuran vanamente inmigraciones insensatas con consecuente abandono del proyecto, en tanto otros renuncian a toda acción entregándose a una pasividad que los convierte en desterrados del mundo y de la vida: “Ya no tengo / no quiero / tener ya más preguntas / ya no tengo / no quiero / tener ya más respuestas. / Tendría que sentarme en un banquito / y esperar que termine.” Idea Vilariño.

El importante rol del breve texto escrito por Santana para su serie podría inclinar la orientación de la propuesta hacia el concepto como prima ratio de la muestra, sin embargo los caracteres formales de los dibujos imponen la fuerza de la imagen como valor por sí mismo. La estética tiene un sitio destacado en la serie, considerando que tanto el texto como los dibujos fueron concebidos con especial cuidado. Sobre el esquema de la ilustración científica se superponen las versiones del díptero progresivamente humano que el artista traza con un objetivo crítico. Los caracteres antropológicos masculinos o femeninos van surgiendo en forma paulatina: ojos, nariz, manos, pies, color de la piel, etc. alcanzando instancias en especial agresivas o específicas, como dientes, genitales. El animal descripto es físicamente repulsivo, violento, versión homónima a la del homo homini lupus. Sin embargo las configuraciones apuntan alternativa o simultáneamente a la ornamentación femenina – coquetería en el uso de velos-alas en pos de la belleza – o énfasis de los caracteres primarios masculinos – vello profuso, resolución más gruesa del detalle de manos y pies – culminando en una repugnante coloración rosa fuerte de la piel.

El trazado de los dibujos, luego coloreados a manera de relleno, oscila entre la delicada resolución de las alas del díptero como superficies sutiles e ingrávidas oficiando a la manera de exquisitas trasparencias en franca oposición al carácter grotesco del planteo y el empleo de gruesas líneas de contorno y espesos trazos negros para representación de “pelos”. Como criterio general de aplicación a sus dibujos, Santana intenta producir enfático rechazo hacia íconos cuyos devaneos parecen aspirar a la seducción o a despertar la más decidida de repulsión en el contemplador: imágenes de gran porte, colores empleados – rosa pálido de contornos violáceos, amarillo verdoso, gris, negro – dimensión y multiplicación de los ojos – humanos gigantescos, diminutos múltiples. A pesar de una estética por momentos rayana en lo brutal, Santana encara la aplicación de luces y sombras a las moscas, de hecho simbólicamente flotantes sobre el mapa de Montevideo, técnica que genera volúmenes en cada sección del cuerpo, dividido en cabeza, tórax y patas. El punto de inflexión entre cabeza y tórax finge angostarse como cintura en la medida en que la imagen se torna más o menos femenina. En algún caso la cabeza parece emitir una o varias lenguas: “(…) yo he chupado tu vida con mi trompa inmunda” (Baudelaire), quizá una nueva forma de parasitar a sus víctimas mediante el empleo de la palabra.

Dice Santana: “Se trata de un tipo de mosca particular, que no sabría identificar más que como se ve: grande, gorda, lenta, silenciosa, parda y de ojos rojos”; “bicho perpetuo, efímero, molesto, de presencia absoluta”. Amplio es el espectro de posibilidades interpretativas que abarca la descripción del parásito, tanto, que trasciende el tiempo vigente y el espacio de Montevideo, aunque el enfoque ocasional contemple ésta su calidad de victimario local. Tan importante como el carácter y el rol del parásito es el de la víctima parasitada, individuo pensante que sufre un proceso de anonadamiento, de narcosis de razón, sentimientos y sensaciones, desencadenante de su exilio, su carácter de nowhere man: el hombre desterrado que deambula sin destino, ignorando aun su origen. Quizá por momentos el huésped recupere su capacidad de reacción combativa, para perderla ante un nuevo embate.

La imagen de la mosca posada sobre el mapa de Montevideo es la expresión de una postura altamente crítica, en tanto su devenir es claramente humano y sus implicancias asimiladas al insecto son las de un parásito “de presencia absoluta”, generador de estados de inopia sin expectativa de evasión. Sebastián Santana, artista de amplia actividad en el campo de la ilustración y del diseño de afiches, ha desarrollado como tal una especial capacidad de reflexión simbólica, diestro en resolver una idea destinada al lenguaje del cartel, con fuerte poder de atracción y con la contundencia necesaria a su objetivo comunicacional, que recuerda el potencial crítico del cuadro polifocal “Arena asombrada -Parábola silvestre” de Espínola Gómez. El manejo de proporciones, colores, grosor de línea, mutaciones, son elementos decisivos al objetivo de Santana, de hecho muy diferente al de Espínola, considerando que su serie parece condenar por igual al parásito y al huésped.

Una acerba invectiva contra un Montevideo contemporáneo que no es sino la imagen especular del mundo contemporáneo.

María E. Yuguero
(texto para el catálogo de la exposición)

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