Bajó la exposición "a escala humana", que estuvo por unos tres meses en el Bar Andorra. Es un buen momento para, de una buena vez y sin haberlo planificado alguna vez, publicar todas las fotos que saqué durante la realización de esta serie (bueno, no son todas las fotos, pero sí son todas las personas retratadas, en algunos casos hice más de una toma para asegurarme un resultado digno).
Agregar algo a lo que las fotos dicen sería innecesario. Pero sí me queda para decir alguna que otra cosa sobre el desarrollo de este trabajo.
El plan fue siempre hacerlo público, de alguna forma (libro, exposición). Tal como se puede encontrar en este blog, el proyecto tuvo varias identidades y ediciones de las imágenes, entraban algunas, salían otras, siempre sobra la base de lo existente. La única toma que se sumó, más allá de las hechas entre 2003 y 2006, es un retrato de mí como fotógrafo callejero, a sugerencia del docente y los compañeros del taller de diseño de libro fotográfico de autor, que hice durante algunos meses de 2009 en el Centro de Fotografía de la Intendencia de Montevideo.
Eso, por la parte formal.
Luego, lo emocional que tiene sentido compartir.
"Cada rostro tiene su porción de belleza" dijo Dominique Roger en una entrevista al diario Página 12 (http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/21-21294-2011-04-06.html). Después de leer esa nota quise anotar la frase pero escribí "Todo rostro tiene una proporción de belleza" y me gustó más o, por lo menos, me pareció también válida. Los rostros, las personas retratadas en esta serie tienen todas una enorme belleza, más mérito de los modelos que del fotógrafo, por supuesto. Yo no tenía demasiado claro que además de registrar oficios estaba retratando personas en un momento dado de sus vidas, de la historia de este país y de lo que significa hacer fotografía. son tomas hechas poco tiempo después de la crisis económica más grande que tuvo este país. Saqué las fotos con una cámara de rollo (una Vivitar V3000, con un lente zoom Kenlock puesto en 28mm. Hoy sacar fotos es otra cosa, hay cámaras digitales por todos lados, en muchas manos y en muchos dispositivos, algo que no es ni mejor ni peor, pero sí muy diferente a lo que era el 2003, que no pareciera estar tan lejos pero está. Y las personas que retraté están registradas en vaya a saber uno qué momento de sus vidas, qué momento del día en que nos cruzamos. Ahí están, con un gesto particular, atentas al fotógrafo la mayoría, otras haciendo como que no estoy tras haber dado su consentimiento a ser retratadas. Es probable que algunas de esas personas hayan muerto en este tiempo que pasó entre sacar la foto y hacerla pública. Es un dato al margen, pero es un dato. Ellos, ellas, son los mismos, pero no. Yo soy la misma persona y no. Todos seguimos hacia alguna parte. Reecontrarme con esa gente y ponerla en un medio público es cumplir una promesa hecha en cada caso ("algún día voy a exponer estas fotos", les decía, para explicar de qué iba la cosa y asegurarme el consentimiento con conocimiento de causa cabal por parte de la persona que abordaba), y es una forma, una vez más, de darles las gracias por su tiempo, su disposición y por haberme dado un poco de su humanidad, algo que me hizo mejor persona de lo que era.
Gracias a toda la gente que participó en este trabajo, especialmente a Andrés Cribari y la gente del Bar Andora por haberle dado un espacio físico de exposición.
Y como dice un pegotín en una de las fotos, a no bajar los brazos. A trabajar.
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