Pasamos un terremoto. Estamos bien



Hoy es 11 de setiembre de 2015.
Desde principios de marzo estoy viviendo en Valparaíso, Chile, junto (y gracias) a mi compañera, Eugenia. Creo que desde que supe que nos mudábamos acá estoy pensando en esta fecha y en que la iba a pasar en este país. Sin una idea concreta, pero sabiendo que iba a estar en Chile para la conmemoración del golpe de estado que derrocó a Salvador Allende, sabiendo (de oído) que en este país persiste, en buena parte de su población, un sentimiento de apoyo a ese golpe y su ejecutor principal, Augusto Pinochet. Pero sin saber mucho más, sin pensar mucho más que tener la idea de que iba a vivir de cerca, como fuera, la conmemoración de esta fecha. 

A las pocas semanas de estar acá me encuentro, en el vuelto del almacén, esta moneda. Es la cara de una de diez pesos, que equivale, más o menos, a cero coma cuatro pesos uruguayos; muy poca cosa. Pero me encontré con que esta moneda en particular, acuñada en 1981, tiene en su cara, en vez del perfil de Bernardo O'Higgins, una alegoría de la Libertad (de gurí coleccionaba monedas. Compraba algunas en la feria, conseguía otras por parientes y amigos de mis padres, tratando siempre de que fueran raras, de que parecieran distintas y con un algo que les diera un valor especial, simbólico, así que ésta me pareció particular. Podría decirse entonces que fue el típico caso de deformación infantil, ya que no profesional). Decía, la moneda tiene una alegoría de la Libertad, junto con esa palabra escrita y algunos otros datos: el nombre del país, el símbolo de la casa que la acuñó y la fecha 11-IX-1973.
Hubiese pensado "esto es joda" si pudiera considerarse tan livianamente algo así. Más que pensar, la moneda me dio algo parecido al asco, al miedo, al rechazo. Pero por supuesto la guardé.

Esta moneda fue acuñada, junto con otras miles, como celebración explícita del golpe de estado y el derrocamiento del gobierno de la Unidad Popular. 
Una moneda de uso corriente y que, por su denominación, estaría presente en la cartera de casi cualquier dama, en el bolsillo de casi cualquier caballero y, porqué no, en la mano de casi cualquier gurí (porque claro, hay que tener la posibilidad de tener una moneda, y eso no es para todo el mundo). 
Un recordatorio que mancha la palabra Libertad (una de las más bellas, de las más amplias, de las más complejas que nuestro lenguaje -el humano, el único que existe como tal- haya podido elaborar) y la usa como síntesis de una acción salvaje y cobarde como fue derrocar a un gobierno elegido por el pueblo a punta de fusil y caída de bomba y poner, en su lugar, un gobierno de terror, de imposición, destructor.
Un objeto que hoy sigue circulando en los bolsillos, las carteras y las manos. Porque todavía puede encontrarse en el vuelto que a uno le dan por ahí. 

Esta moneda es de acá, de Chile. Pero no es solamente chileno el problema de cómo convivir, cómo pensar y cómo actuar sobre nuestro pasado y su lastre. Es un problema de cada país, y de todo el continente, especialmente de los que vivimos el quiebre histórico de los golpes de estado, especialmente los de la segunda mitad del siglo veinte. Pensar y entender la libertad es la gran tarea. Pensar qué significa, qué alcances tiene, qué implica, qué costos conlleva, a quiénes alcanza, cómo y porqué. Qué es hoy, en estos países, la libertad. En qué se convirtió, de qué es sinónimo, de qué, antónimo.

Una moneda puede ser un buen lugar para empezar. No por su precio, sino por su valor, por su presencia en la vida cotidiana. ¿qué se puede hacer con algo así? Grabarse la fecha, por ejemplo. Conmemorar. Y dar pelea para que una palabra tan bella no quede presa en las manos, los discursos y los fetiches de un mínimo grupo. La libertad es otra cosa, es de otra cosa, es para otra cosa. Es para toda la Humanidad.

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