Montevideo, digresiones estivales, 2.


Montevideo, digresiones estivales, 1:

Paradas sobre sus hombros, dos moscas no cesaban de beber.


Apuntes para el montaje.

Apuntes: después de terminada la serie vino la necesidad de mostrarla para encontrar un espacio donde exponerla, así que hacía falta armar una presentación que fuera fiel al trabajo.

Los apuntes mencionados anteriormente sobre el asco y el baile de san vito, entre otros asuntos.


Más apuntes de 2011, de cuando la serie todavía no tenía más nombre que el genérico "moscas".

Apuntes del proceso.
En este caso incluyo la página opuesta de la libreta ya que,si bien lo escrito no estaba vinculado directamente con el desarrollo de la serie, visto hoy me doy cuenta de que algo de eso escrito ayer tiene que ver con lo mostrado hoy. Esas cosas que pasan.


Montevideo está en todos lados.


Fotografía para un afiche que no fue.

Libreta de apuntes de 2011, con pruebas de diagramaciones de título y la nota "presentar montevideo a sala sáez".

María Yuguero me pidió si podía escribir otro texto a propósito de la muestra, esta vez para acompañar las visitas de grupos escolares y liceales que vayan a visitar la muestra.
Esto es lo que redacté para la ocasión:


No tiene mucho sentido explicar qué es lo que uno quiso decir con un dibujo, o con una serie de dibujos. Lo que uno quiso decir está ahí dicho y debería ser claro, no hacer falta más explicación que las líneas y colores que conforman la obra y el título que uno le puso. Pero sí se pueden dar pistas sobre lo que está expuesto, que no sólo es la obra, sino que también es uno mismo como persona, ya que es uno el que dibuja y, muchas veces, es uno mismo lo que ha dibujado. Es decir, nos hacemos a nosotros mismos, sea porque dibujamos nuestra propia persona, o porque dibujamos nuestro pensamiento o sentimiento sobre algo. Entonces, primera pista: uno se dibuja a sí mismo, sea porque se representa en cuerpo, alma o cabeza (o las tres cosas juntas).

Segunda  pista: si entonces voy a hablar sobre mí mismo, tengo que contar un poco de mi historia, para que me conozcan y quizás puedan entonces entender los porqués de estos trabajos. Mi nombre es Sebastián Santana Camargo, soy ciudadano uruguayo pero nací en la ciudad de La Plata, en Argentina, en 1977. Nací en ese lugar porque mis padres, que son uruguayos, tuvieron que irse de este país por la dictadura que hubo acá entre 1973 y 1985 (en Argentina también estaban bajo una dictadura, pero mis padres quisieron, a pesar de tener que irse, estar cerca de la familia y los amigos). Es decir, soy hijo de exiliados,  y por eso también soy yo mismo un exiliado. No les voy a explicar acá qué es ser exiliado, eso les toca averiguarlo a ustedes. Vaya como pista (tercera) que un exiliado siempre es exiliado, porque nunca podrá volver al lugar al que pertenece. Siempre va a estar, de alguna forma, afuera de su casa. Vivo en Uruguay desde noviembre de 1984, pero mi primera ciudad, mi primer escuela y mis primeras canciones son de Argentina, de Buenos Aires, de La Plata, de Jujuy.

Cuarta pista: desde hace mucho tiempo vengo trabajando con materiales viejos, ya sean los soportes (papeles, cartones, etcétera) como lápices, crayones, acuarelas, pinturas, etc. Me gusta el tono amarillento del papel viejo, el que tenga manchitas, roturas, líneas de pliegues, historia. Me gusta saber (por verlo en las marcas) que a esos papeles les pasó algo, que están en el mundo desde hace rato, que no me llegaron directo desde una papelería o de la fábrica. Me pasa lo mismo con los lápices y demás materiales de dibujo, aunque es más difícil conseguirlos viejos y con historia (eso sí, es genial lo que uno puede encontrar en una feria, sobre todo una feria de barrio).

De los papeles que usé en esta serie les puedo contar, como quinta pista, dos datos: son unos planos que alguna vez usaron en un lugar donde trabajé hace años, que me los regalaron porque los iban a tirar a la basura. Y son, como se habrán dado cuenta, planos de la ciudad de Montevideo, impresos en el año del aniversario 250 de esta ciudad, es decir, impresos en 1976, el año en que mis padres se fueron de este país escapando (o echados, mejor dicho) por la dictadura.

Sexta pista: esto no es un secreto, pero sí un recordatorio: las moscas están en todos lados. En todas las casas, sobre los vivos y los muertos, sobre la comida y lo que queda de ella después que vamos al baño. Muchas veces representan la muerte, aunque son unos bichos muy vivos.

Pista siete: trabajo desde hace varios años como ilustrador de literatura infantil. Es un trabajo que me gusta mucho, porque me permite vincularme con mi propia infancia y la forma en la que veía y opinaba sobre el mundo cuando era chico. En realidad, todavía pienso sobre el mundo como cuando era chico, por eso puedo trabajar tan libremente en libros para gurises, porque siento como cuando era chico que el mundo se puede cambiar, hacerse mejor, que hay un mañana que será mejor que esto de ahora, que nosotros podemos hacerlo. Pero claro, tengo 36 años y creer en algunos sueños, en algunas ilusiones, es difícil, porque uno va viviendo, enfrentándose a cosas, lo lastiman y uno lastima a otras personas, va viviendo la vida. Entonces, aunque uno sigue creyendo y queriendo hacer un mundo mejor, a veces hay que romper algunas cosas para construir otras, uno se acuerda que hay cosas que están mal y tiene ganas de decírselo a los demás, aunque sean cosas duras, pesadas. Y uno busca una forma de decirlas. Dibujando moscas mezcladas con personas, cosas grotescas, imposibles, pero que parece que estuvieran pasando o vayan a pasar: que nos podemos convertir en algo podrido en vida.

Pero como hay cosas que no alcanza con decirlas en siete dibujos, otra pista (la ocho): uno decide decir eso que va a decir dibujando siete veces, y cuatrocientas veces más, una en cada catálogo, a mano, para buscar que lo que uno quiere decir llame la atención.

Y esto es todo lo que puedo contar como pistas, como cosas que pueden hacerles entender, o mejor, pensar el porqué de esta serie de dibujos con este nombre. Ojalá les hayan gustado y, sobre todo, ojalá estos dibujos les dejen alguna duda que se quieran responder conversando entre ustedes, entre amigos, con su familia, con quienes les guste hablar. Eso sería lo mejor que podría pasar.

Nos vemos.

Si gusta, deje su mosca en el panel de la sala.

En algún momento (probablemente durante marzo de 2012) hice una pequeña búsqueda en internet sobre la  sensación llamada "asco". Guardé algunos titulares sueltos ("el asco es un hijo de la razón", "el asco es hereditario"), una palabra creo que en alemán ("ekels"), un par de nombres (Lothar Penning, Masahiro Mori) y terminé llegando a la entrada sobre "El baile de San Vito" en Wikipedia, de donde saqué algunas de estas imágenes, que guardé en una subcarpeta de la carpeta general "ssc/exposiciones/montevideo", con el genérico nombre de "referencias".

Hoy, ya colgada y visitable la exposición, encuentro que tiene cierto sentido publicar estas imágenes, como parte del proceso de trabajo.




 














Paleta básica, sobre el Precis de parasitologie de E. Brumpt, Masson et Cie, Editeurs, 1913

La mosca Dermatobia hominis es un parásito cuyas larvas se alimentan del huésped, depauperándolo sin llegar a matarlo hasta su egreso desde el mismo. La llaman mosca de la muerte, aunque generalmente no es ése el desenlace. 

Sebastián Santana desarrolla una serie de imágenes descriptivas de un proceso de mutación zoomórfica, que parte de una ilustración destinada a un libro de medicina y concluye, luego de una secuencia de siete dibujos, en un díptero humanoide tan inquietante como su modelo entomológico. Los hábitos parasitarios de este insecto lo vinculan a los seres vivos, pero también a diversos medios físicos sobre el común denominador de la suciedad, la corrupción y la muerte. La mosca yace sobre Montevideo: una situación que afecta a ambos polos, siendo el insecto un parásito de seres victimizados, afeccionado a lo corrupto, simbolizado por la ciudad. “Inútil decir más. / Nombrar alcanza” (Idea Vilariño).

No se trata de un retorno marcando distancias temporales insalvables, ni siquiera del alejamiento de quien se ve privado de su existencia ad libitum para enfrentarse a la realidad transformada. Es el exilio en su propio entorno: Montevideo. En la década del 40` Albert Camus publica “El extranjero”: un abúlico personaje devenido antihéroe en una ciudad donde no se reconoce, habitante de la ausencia e inmigrante inmóvil como lo será su émulo montevideano. Su espacio le es foráneo: ajeno a sí mismo, a su medio y a la sociedad cuya hipócrita moral no lo comprende. La existencia como un absurdo carente de objetivo lleva al individuo a distanciarse de sí mismo y del mundo con indiferencia. La infancia, patria inefable del hombre según Rilke, tampoco implica raíces para el exiliado de ninguna parte, ahogado en el vacío de la estructura social, despojado de valores y certezas. El agotamiento y la falta de expectativas generan una existencia monocorde en el sujeto montevideano – víctima de dermatobia hominis, en quien el parásito ha encontrado campo fértil para multiplicación – quien asume como destino la incursión periódica del quasi mortal vividor que, aventado o eliminado, volverá indefinidamente a depositar sus larvas inmateriales y absurdas.

En texto que describe el ritornello de su vínculo con la mosca, Santana confirma la orientación de sus obsesiones, cuya expresión se complementa con otros escritos destinados a suscribir imágenes cargadas de significados tan genéricos y escépticos como el que acompaña a esta muestra. Reza un fragmento de otro de sus textos: “El show que montan es la sección de clowns y malabaristas del circo (…). Fuera del espectáculo, los actores tienen un segundo papel, el de inmigrantes culturales, de manera que el espectáculo nunca se termina mientras existan espectadores (con espectadores me refiero a individuos ajenos a la lógica y realidad que plantea el espectáculo)”.

Los conceptos de exilio e inmigración se reiteran aun para el insecto, que a pesar de las condiciones en que finaliza cada encuentro con el huésped, parece volver al lugar donde desea reconocerse, sin lograr el asentimiento de su víctima. Casi podría hablarse de tránsito perpetuo en busca de lo imposible, puesto que, expulsados del mundo, algunos individuos procuran vanamente inmigraciones insensatas con consecuente abandono del proyecto, en tanto otros renuncian a toda acción entregándose a una pasividad que los convierte en desterrados del mundo y de la vida: “Ya no tengo / no quiero / tener ya más preguntas / ya no tengo / no quiero / tener ya más respuestas. / Tendría que sentarme en un banquito / y esperar que termine.” Idea Vilariño.

El importante rol del breve texto escrito por Santana para su serie podría inclinar la orientación de la propuesta hacia el concepto como prima ratio de la muestra, sin embargo los caracteres formales de los dibujos imponen la fuerza de la imagen como valor por sí mismo. La estética tiene un sitio destacado en la serie, considerando que tanto el texto como los dibujos fueron concebidos con especial cuidado. Sobre el esquema de la ilustración científica se superponen las versiones del díptero progresivamente humano que el artista traza con un objetivo crítico. Los caracteres antropológicos masculinos o femeninos van surgiendo en forma paulatina: ojos, nariz, manos, pies, color de la piel, etc. alcanzando instancias en especial agresivas o específicas, como dientes, genitales. El animal descripto es físicamente repulsivo, violento, versión homónima a la del homo homini lupus. Sin embargo las configuraciones apuntan alternativa o simultáneamente a la ornamentación femenina – coquetería en el uso de velos-alas en pos de la belleza – o énfasis de los caracteres primarios masculinos – vello profuso, resolución más gruesa del detalle de manos y pies – culminando en una repugnante coloración rosa fuerte de la piel.

El trazado de los dibujos, luego coloreados a manera de relleno, oscila entre la delicada resolución de las alas del díptero como superficies sutiles e ingrávidas oficiando a la manera de exquisitas trasparencias en franca oposición al carácter grotesco del planteo y el empleo de gruesas líneas de contorno y espesos trazos negros para representación de “pelos”. Como criterio general de aplicación a sus dibujos, Santana intenta producir enfático rechazo hacia íconos cuyos devaneos parecen aspirar a la seducción o a despertar la más decidida de repulsión en el contemplador: imágenes de gran porte, colores empleados – rosa pálido de contornos violáceos, amarillo verdoso, gris, negro – dimensión y multiplicación de los ojos – humanos gigantescos, diminutos múltiples. A pesar de una estética por momentos rayana en lo brutal, Santana encara la aplicación de luces y sombras a las moscas, de hecho simbólicamente flotantes sobre el mapa de Montevideo, técnica que genera volúmenes en cada sección del cuerpo, dividido en cabeza, tórax y patas. El punto de inflexión entre cabeza y tórax finge angostarse como cintura en la medida en que la imagen se torna más o menos femenina. En algún caso la cabeza parece emitir una o varias lenguas: “(…) yo he chupado tu vida con mi trompa inmunda” (Baudelaire), quizá una nueva forma de parasitar a sus víctimas mediante el empleo de la palabra.

Dice Santana: “Se trata de un tipo de mosca particular, que no sabría identificar más que como se ve: grande, gorda, lenta, silenciosa, parda y de ojos rojos”; “bicho perpetuo, efímero, molesto, de presencia absoluta”. Amplio es el espectro de posibilidades interpretativas que abarca la descripción del parásito, tanto, que trasciende el tiempo vigente y el espacio de Montevideo, aunque el enfoque ocasional contemple ésta su calidad de victimario local. Tan importante como el carácter y el rol del parásito es el de la víctima parasitada, individuo pensante que sufre un proceso de anonadamiento, de narcosis de razón, sentimientos y sensaciones, desencadenante de su exilio, su carácter de nowhere man: el hombre desterrado que deambula sin destino, ignorando aun su origen. Quizá por momentos el huésped recupere su capacidad de reacción combativa, para perderla ante un nuevo embate.

La imagen de la mosca posada sobre el mapa de Montevideo es la expresión de una postura altamente crítica, en tanto su devenir es claramente humano y sus implicancias asimiladas al insecto son las de un parásito “de presencia absoluta”, generador de estados de inopia sin expectativa de evasión. Sebastián Santana, artista de amplia actividad en el campo de la ilustración y del diseño de afiches, ha desarrollado como tal una especial capacidad de reflexión simbólica, diestro en resolver una idea destinada al lenguaje del cartel, con fuerte poder de atracción y con la contundencia necesaria a su objetivo comunicacional, que recuerda el potencial crítico del cuadro polifocal “Arena asombrada -Parábola silvestre” de Espínola Gómez. El manejo de proporciones, colores, grosor de línea, mutaciones, son elementos decisivos al objetivo de Santana, de hecho muy diferente al de Espínola, considerando que su serie parece condenar por igual al parásito y al huésped.

Una acerba invectiva contra un Montevideo contemporáneo que no es sino la imagen especular del mundo contemporáneo.

María E. Yuguero
(texto para el catálogo de la exposición)

Cuatrocientas veces uno.


















Las moscas


Vosotras, las familiares
inevitables golosas,
vosotras, moscas vulgares
me evocáis todas las cosas.

¡Oh, viejas moscas voraces
como abejas en abril,
viejas moscas pertinaces
sobre mi calva infantil!

Moscas de todas las horas
de infancia y adolescencia,
de mi juventud dorada;
de esta segunda inocencia,
que da en no creer en nada,
en nada.

¡Moscas del primer hastío
en el salón familiar,
las claras tardes de estío
en que yo empecé a soñar!

Y en la aborrecida escuela
raudas moscas divertidas,
perseguidas, perseguidas
por amor de lo que vuela.

Yo sé que os habéis posado
sobre el juguete encantado,
sobre el librote cerrado,
sobre la carta de amor,
sobre los párpados yertos
de los muertos.

Inevitables golosas,
que ni labráis como abejas,
ni brilláis cual mariposas;
pequeñitas, revoltosas,
vosotras, amigas viejas,
me evocáis todas las cosas.

Antonio Machado


(Gracias: a Euge por todo; a Marita, Silvia y Gabriel; a Amelia y Néstor por el poema; a quienes dejaron su mosca; a quienes pudieron ir ayer y a quienes no pudieron ir, también gracias.)



(Fotografía: Eugenia Sotelo, 2012)


María Yuguero, la curadora de la exposición, me pidió un texto sobre la serie. Esto es lo que pude escribir.

Montevideo
(un ensayo sobre la condición del exilio)

Tengo problemas con cierto tipo de moscas.

Me pasa muy seguido que, en medio del trabajo, aparezca una zumbando, pasando delante de la pantalla, dando vueltas, yendo y viniendo por el taller. Por lo general se trata de un tipo de mosca particular, que no sabría identificar más que como se ve: grande, gorda, lenta, silenciosa, parda y de ojos rojos.

Es una relación de hace tiempo, que ya ha transitado por dos lugares distintos, donde tuve antes mi taller y donde lo tengo ahora.

El encuentro termina casi siempre igual: puteo desde mi asiento, me levanto, agarro un almohadón y aplasto a la mosca contra el vidrio en el que se quedó varada (a veces la aplasto con una alpargata o algo así, pero esos casos son los menos: un almohadón es ideal para matar una mosca porque tiene un área mayor de cobertura y por lo tanto es más fácil pegarle mientras hace sus piruetas). Luego levanto los restos con un papel y, por lo general, le ofrezco a la muerta un último vuelo, tirándola por la ventana. Sí, no es la actitud de un ciudadano ejemplar, pero la mosca merece un último viaje por el aire.

Otras veces, las menos, el encuentro termina con una secuencia de acciones similar: puteada, levantarse, agarrar lo que tenga a mano para aplastar la mosca e ir hacia ella pero, o bien se escapa, o bien intento no matarla y me complico haciéndola salir por la ventana, moviendo cortinas, intentando dirigir su vuelo. Un engorro, pero lo hago y allá marcha la mosca, se va, zafa.

Sea como sea que termine el encuentro, por muerte, escape o expulsión, la mosca siempre vuelve. Y estoy seguro de que siempre es la misma.



Inauguración: viernes 10 de mayo, 19:00 h.
Sala C.F. Sáez · Rincón 575 PB


Elementos para el montaje de la exposición.


Páginas rayadas y arrancadas del Precis de parasitologie de E. Brumpt, Masson et Cie, Editeurs, 1913


Registro del bautismo de la serie (probablemente agosto de 2011)


Páginas de Precis de parasitologie de E. Brumpt, Masson et Cie, Editeurs, 1913