Un texto a escala humana

Trato de no medir a las personas con las que me vinculo.

Quise empezar diciendo No mido a las personas… pero no se puede, sería mentira: soy prejuicioso, tengo manía anticipatoria y alguna vez leí algo de frenología, así que no, no podría empezar así. Así que mejor empezar diciendo Trato, intento no medir a las personas. Como sea, sobre todo, confío. Creo en lo que me dicen y, cuando me comunico con los demás, miento lo menos posible (si es en un contexto artístico siempre habrá una alteración de los datos objetivos y subjetivos: la mentira es una de las herramientas de este trabajo), intentando mayormente no falsear datos y mucho menos intenciones. Es decir, no paso perro por pancho. Y desde luego no me gusta que me lo hagan.

Pero sí me interesan todas las dimensiones de lo humano: desde la información científica expresada en gráficas, cuadros y tablas hasta las reflexiones abstractas, subjetivas y circunstanciales acerca del Hombre, desde las provenientes del pensamiento filosófico, pasando por las que establecen los distintos dogmas religiosos hasta las opiniones de la vieja que vive al lado de casa. Por lo tanto, todo lo que hago desde mi vocación y trabajo artístico es básicamente el reflejo de la cruza entre esas dos dimensiones: la de intentar confiar en las personas lo más abiertamente que se pueda en cada vínculo y circunstancia, y la dimensión de ese interés cuasi científico, levemente voyerista y genuinamente basado en intentar entender a los demás, al Otro, a lo que sea que nos ha hecho ser ayer, hoy y mañana.

Estas fotos son una muestra de esa pulsión. Las saqué entre 2002 y 2006, (+-1 año de inicio y/o finalización), por lo general en el trayecto que hacía entre el lugar donde vivía (el apartamento cinco de un edificio en la esquina de Piedras e Ituzaingó) y el lugar donde trabajaba (una empresa con sede en la esquina de Bulevar Artigas y Maldonado). Iba y venía de casa a la oficina a pie, mitad porque me gusta caminar y mitad para ahorrarme unos pesos o, mejor dicho, para poder darle otros fines a esa misma guita (latas de cocacola, alfajores Juanito, comprar y revelar rollos de fotos). En ese ir y venir, sumado al haberme cruzado en internet con la tapa y algunas fotos del libro «Victorian London Street Life in Historic Photographs», se fue generando el deseo de hacer estas fotos.

La primera intención era pomposa, como siempre me pasa: en este caso, quise registrar TODOS los oficios callejeros que se hacían en Montevideo. Claro que haciendo más o menos todos los días el mismo camino, más o menos a la misma hora, difícilmente obtendría un registro representativo de ese universo. Pero bueno, eso lo sabía y era un tema que iría resolviendo. Por lo pronto, lo primero era empezar a sacar las fotos. Tomé algunas decisiones técnicas elementales para garantizarme cierta homogeneidad visual en las imágenes (tipo de película, configuración de la cámara, lente), pensé un breve discurso de acercamiento a mis sujetos de estudio y allá marché, a ver qué pasaba.

Cada foto fue una historia en sí misma, las hechas y las no hechas, las presentadas en esta muestra y las que quedaron en la mesa de edición. Cada una de las experiencias y la suma de todas fue algo hermoso, pero sería otro texto contar eso. En todo caso y para terminar, diré que tanto hacer las fotos como buscarles luego un destino (la serie había tenido, sin suerte hasta ahora, tres nombres distintos y otras tantas formas de presentación para hacerse pública), fue y es una forma de encontrarle una medida de lo Humano. Una medida que, sin explicar mucho ni dar una idea definitiva, me da una respuesta concreta sobre qué hacemos con lo que somos y adónde vamos. Una respuesta a escala humana.


Sebastián Santana, setiembre de 2014

Pd: no puedo terminar este texto sin hacer algunos agradecimientos: a todas las personas fotografiadas, a las que no se dejaron fotografiar, a Ismael Moreno y a Marianella Morena, a María Dodera y a Alejandro Stock, a Rafael Massa y a Gabriela Iribarren, a Dani Umpi, a Gabriel Peveroni, a la gente del laboratorio Magicolor, a Alfredo García y el Semanario Voces, a Maca y a todos los participantes del taller de diseño de libro fotográfico de autor dictado en 2009 en el Centro de Fotografía de la IM (especialmente a Andrés Cribari), a la gente del Bar Andorra y a Euge; gracias.

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