María Yuguero me pidió si podía escribir otro texto a propósito de la muestra, esta vez para acompañar las visitas de grupos escolares y liceales que vayan a visitar la muestra.
Esto es lo que redacté para la ocasión:


No tiene mucho sentido explicar qué es lo que uno quiso decir con un dibujo, o con una serie de dibujos. Lo que uno quiso decir está ahí dicho y debería ser claro, no hacer falta más explicación que las líneas y colores que conforman la obra y el título que uno le puso. Pero sí se pueden dar pistas sobre lo que está expuesto, que no sólo es la obra, sino que también es uno mismo como persona, ya que es uno el que dibuja y, muchas veces, es uno mismo lo que ha dibujado. Es decir, nos hacemos a nosotros mismos, sea porque dibujamos nuestra propia persona, o porque dibujamos nuestro pensamiento o sentimiento sobre algo. Entonces, primera pista: uno se dibuja a sí mismo, sea porque se representa en cuerpo, alma o cabeza (o las tres cosas juntas).

Segunda  pista: si entonces voy a hablar sobre mí mismo, tengo que contar un poco de mi historia, para que me conozcan y quizás puedan entonces entender los porqués de estos trabajos. Mi nombre es Sebastián Santana Camargo, soy ciudadano uruguayo pero nací en la ciudad de La Plata, en Argentina, en 1977. Nací en ese lugar porque mis padres, que son uruguayos, tuvieron que irse de este país por la dictadura que hubo acá entre 1973 y 1985 (en Argentina también estaban bajo una dictadura, pero mis padres quisieron, a pesar de tener que irse, estar cerca de la familia y los amigos). Es decir, soy hijo de exiliados,  y por eso también soy yo mismo un exiliado. No les voy a explicar acá qué es ser exiliado, eso les toca averiguarlo a ustedes. Vaya como pista (tercera) que un exiliado siempre es exiliado, porque nunca podrá volver al lugar al que pertenece. Siempre va a estar, de alguna forma, afuera de su casa. Vivo en Uruguay desde noviembre de 1984, pero mi primera ciudad, mi primer escuela y mis primeras canciones son de Argentina, de Buenos Aires, de La Plata, de Jujuy.

Cuarta pista: desde hace mucho tiempo vengo trabajando con materiales viejos, ya sean los soportes (papeles, cartones, etcétera) como lápices, crayones, acuarelas, pinturas, etc. Me gusta el tono amarillento del papel viejo, el que tenga manchitas, roturas, líneas de pliegues, historia. Me gusta saber (por verlo en las marcas) que a esos papeles les pasó algo, que están en el mundo desde hace rato, que no me llegaron directo desde una papelería o de la fábrica. Me pasa lo mismo con los lápices y demás materiales de dibujo, aunque es más difícil conseguirlos viejos y con historia (eso sí, es genial lo que uno puede encontrar en una feria, sobre todo una feria de barrio).

De los papeles que usé en esta serie les puedo contar, como quinta pista, dos datos: son unos planos que alguna vez usaron en un lugar donde trabajé hace años, que me los regalaron porque los iban a tirar a la basura. Y son, como se habrán dado cuenta, planos de la ciudad de Montevideo, impresos en el año del aniversario 250 de esta ciudad, es decir, impresos en 1976, el año en que mis padres se fueron de este país escapando (o echados, mejor dicho) por la dictadura.

Sexta pista: esto no es un secreto, pero sí un recordatorio: las moscas están en todos lados. En todas las casas, sobre los vivos y los muertos, sobre la comida y lo que queda de ella después que vamos al baño. Muchas veces representan la muerte, aunque son unos bichos muy vivos.

Pista siete: trabajo desde hace varios años como ilustrador de literatura infantil. Es un trabajo que me gusta mucho, porque me permite vincularme con mi propia infancia y la forma en la que veía y opinaba sobre el mundo cuando era chico. En realidad, todavía pienso sobre el mundo como cuando era chico, por eso puedo trabajar tan libremente en libros para gurises, porque siento como cuando era chico que el mundo se puede cambiar, hacerse mejor, que hay un mañana que será mejor que esto de ahora, que nosotros podemos hacerlo. Pero claro, tengo 36 años y creer en algunos sueños, en algunas ilusiones, es difícil, porque uno va viviendo, enfrentándose a cosas, lo lastiman y uno lastima a otras personas, va viviendo la vida. Entonces, aunque uno sigue creyendo y queriendo hacer un mundo mejor, a veces hay que romper algunas cosas para construir otras, uno se acuerda que hay cosas que están mal y tiene ganas de decírselo a los demás, aunque sean cosas duras, pesadas. Y uno busca una forma de decirlas. Dibujando moscas mezcladas con personas, cosas grotescas, imposibles, pero que parece que estuvieran pasando o vayan a pasar: que nos podemos convertir en algo podrido en vida.

Pero como hay cosas que no alcanza con decirlas en siete dibujos, otra pista (la ocho): uno decide decir eso que va a decir dibujando siete veces, y cuatrocientas veces más, una en cada catálogo, a mano, para buscar que lo que uno quiere decir llame la atención.

Y esto es todo lo que puedo contar como pistas, como cosas que pueden hacerles entender, o mejor, pensar el porqué de esta serie de dibujos con este nombre. Ojalá les hayan gustado y, sobre todo, ojalá estos dibujos les dejen alguna duda que se quieran responder conversando entre ustedes, entre amigos, con su familia, con quienes les guste hablar. Eso sería lo mejor que podría pasar.

Nos vemos.

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